“Hay un tiempo para dejar que sucedan las cosas, y un tiempo para hacer que las cosas sucedan”. Esta fue una de las reflexiones más célebres del escritor estadounidense Hugh Prather, prosélito de la psicología humanista que dominaba el pensamiento de la California de los años 70. Por aquel entonces, una consciencia colectiva se rebelaba contra el materialismo recuperando expresiones románticas como el insigne “carpe diem” y reivindicaba el tiempo como el bien más preciado de nuestras vidas. Poco después, John Lennon nos daba la mano antes de cruzar la calle y nos recordaba en Beautiful Boy que “la vida es eso que pasa mientras tú haces otros planes”. Debimos haberle hecho caso.
Y es que en los tiempos que corren, parece que cada vez cobran más sentido estas cavilaciones. Sabemos, como dijo Karl Marx, que el trabajo dignifica al hombre: gracias a él nos sentimos integrados en la sociedad, mejoramos nuestra autoestima y proyectamos una imagen positiva de nosotros mismos ante los demás. Pero también es cierto que hoy vemos más diluida la frontera entre lo personal y lo laboral: el trabajo ya no es una parte de nuestra vida sino que, definitivamente, se ha convertido en ella.
La sensación de que ya no somos los dueños de nuestras propias vidas ha hecho crecer el interés de nuestra sociedad por todo tipo de hábitos relacionados con el bienestar y el cuidado personal: una alimentación saludable, la práctica de actividades físicas o la psicología positiva a través de la meditación, el desarrollo creativo y todo aquello que signifique destinarle tiempo a nuestro yo interior.
Recuperando a Hugh Prather, primero tenemos que dejar que la vida nos sorprenda, y después ser nosotros quienes la hagamos fluir. Para ello, resulta primordial tener la oportunidad de decidir: si no lo haces tú, otro lo hará por ti (dicen que la indecisión es siempre la peor de las decisiones). He aquí la diferencia entre vivir y sobrevivir.
Entonces… ¿por dónde empezamos? Por donde empieza el día. Activa el organismo por la mañana con las siguientes rutinas. Levántate con decisión y no tengas miedo a tropezar, que las heridas se cosen con las agujas del reloj.
El preámbulo del sueño
No podíamos empezar sin antes hacer este pequeño inciso, no menos importante que todo lo que viene después. Sin un correcto descanso, cualquier otro consejo quedaría vacío de significado. Dormir es tan esencial como lo es comer o beber, y es por eso que los expertos recomiendan hacerlo durante 7 horas mínimo. Se ha constatado que 1 de cada 3 personas adultas tiene problemas de sueño, lo cual repercute negativamente en su rendimiento y actividad diaria. Las personas que priorizan el descanso parten con mucha ventaja respecto a las demás: tienen mejores condiciones físicas y mayor capacidad de concentración, más memoria, una vida más larga y suelen ser más creativas, altamente productivas y disminuyen el riesgo de depresión. Así que toma nota, y que tengas dulces sueños.
1. Piensa en positivo
Tras despertar de un sano y tranquilo sueño, tómate unos minutos para pensar, y si es posible, que sea en un modo optimista. La meditación nos puede ayudar a orientarnos hacia lo positivo, o en otras palabras, a “levantarnos con buen pie”. Es bueno mostrar gratitud por cuanto tenemos en lugar de lamentarnos por cuanto no tenemos. Seguro que habrás oído mil teorías sobre el magnetismo de la mente: un pensamiento positivo atrae acontecimientos positivos. Y viceversa. Así que, hazlo bien temprano: abre la ventana y llama al buen tiempo. La gratitud es contagiosa.
2. Únete al club de la ducha (fría)
Probablemente alguna vez te hayas identificado con Edward Norton en su particular lucha contra la monotonía y el insomnio. Pero para vivir emociones fuertes, no te va a hacer falta meterte en terrenos tan oscuros. Te bastará con una ducha fría.
Está testado científicamente que la inmersión en agua fría favorece el bienestar físico y mental: incide positivamente en los sistemas inmunológico, linfático, circulatorio y digestivo además de ayudar en la pérdida de peso. Eso sí, nadie ha dicho que sea fácil. Seguro que encontrarás mil excusas para ahorrarte este sufrimiento, pero a tu favor debes saber que tan solo son 20 segundos: es lo que tarda el cuerpo en acostumbrarse al cambio térmico. Regula tu respiración mientras te adaptas a la nueva temperatura. Acto seguido, tu cuerpo se sentirá relajado y tus ideas fluirán mejor. Quienes lo practican con frecuencia se sienten vastamente motivados. Así que… ¡Únete al club!
3. ¡No te saltes el desayuno!
Era previsible que no nos íbamos a saltar este punto. Tú tampoco debes hacerlo. La alimentación y la ingesta de líquidos son de suma importancia para activar el metabolismo y acumular la energía necesaria para afrontar bien el día. Existe el falso mito de que ayunar por la mañana nos ahorra unas cuantas calorías. No solo no es cierto, sino que el resultado es todo lo contrario: nuestro cuerpo se defiende de esta ausencia de alimento activando enzimas y mecanismos de acumulación de grasa, con la agravante consecuencia de tener más hambre en las siguientes horas del día (lo cual favorece un incremento del índice de masa corporal). Y eso no es todo: un reciente estudio de la Universidad de Harvard asegura que saltarse el desayuno (aunque sea una vez por semana) podría aumentar un 20% el riesgo de diabetes tipo 2. Nuestros niveles de insulina son planos cuando nos vamos a dormir, y si no rompemos el ayuno al despertar pueden caer aún más.
Si te han convencido estos argumentos, te recomendamos 3 buenos ingredientes que no deben faltar en tu desayuno:
- Agua: beber un vaso de agua inmediatamente después de despertarte por la mañana puede incrementar tu metabolismo en un 30%, además de quemar calorías y ayudar a mantenerte hidratado para expulsar toxinas y proveer energía a los músculos.
- Proteína: los alimentos ricos en proteínas y fibra, tales como los huevos, la avena o la fruta seca mantienen el estómago satisfecho durante más tiempo, ya que tardan más en digerirse. De esta manera mantenemos los niveles de azúcar en sangre estables y disminuimos el antojo de carbohidratos. Se recomienda consumir 30 gramos de proteína cada mañana, así como evitar carbohidratos refinados (harina, bebidas azucaradas,…).
- Té verde: el té verde es un potente acelerador del metabolismo y tiene una enorme capacidad para quemar grasa. Previene enfermedades cardiovasculares, reduce el estrés y mejora la concentración. Uno de sus derivados más de moda es el ‘té matcha’, que no es otra cosa que té verde molido, soluble y fácil de administrar, además de resultar muy sabroso combinado con zumos, leche u otras bebidas.
4. Vence la pereza con un poco de ejercicio
Está en todos los manuales de vida: practicar deporte de manera regular es imprescindible para la salud de nuestro organismo, además de hacernos más felices y productivos. Pero también debemos replantearnos cuándo. La tarde y la noche son los momentos elegidos por la mayoría de la gente, por cuestión de horarios, por la creencia de que así se duerme mejor, y por qué no decirlo, al levantarse da cierta pereza. Nada más lejos de la realidad, el ejercicio matutino tiene incontables beneficios que lo hacen más aconsejable respecto a otros momentos del día. Para empezar, nos hace más constantes: algunos estudios señalan que aquellos que se ponen en marcha con el alba suelen mantener más la regularidad que los que lo hacen en otro horario. Además, activarse a primera hora hace que podamos reducir hasta un 20% de grasa, relajar el apetito, aliviar el estrés y agudizar nuestra inteligencia.
La cuestión es poner el cuerpo en movimiento: puedes salir a correr, realizar estiramientos o practicar una clase de yoga, pero también hay quien aprovecha ese momento para trabajar en el jardín o sacar a pasear el perro. Un estudio encontró que 45 minutos de ejercicio cardiovascular por la mañana ayudan a acelerar el gasto de energía de hasta 14 horas después.
5. Desata tu pasión
Otra buena manera de realizar ejercicio por la mañana es dando rienda suelta a la pasión con la pareja. Muchos estudios concuerdan que las primeras horas de la mañana son las más favorables para la actividad sexual, debido a que los niveles hormonales están más elevados y aumentan el deseo. Además de gozar de todas las ventajas que reporta cualquier actividad física tempranera, el sexo también tiene un componente psicológico muy beneficioso: proporciona motivación y autoestima, y en consecuencia evita la depresión.
6. ¡No procrastines!
La primera hora de la mañana es el mejor momento para empezar a dar pequeños pasos hacia tus metas. La procrastinación es algo que todos hacemos y no nos hace ningún bien: posponer un trabajo importante puede afectar nuestra autoconfianza y ambición hasta el punto de ser incapaces de lograr nuestros objetivos a largo plazo. La fuerza de voluntad es como un músculo que se agota cuando se ejercita, y eso merma nuestra capacidad de tomar decisiones de calidad. Así pues, dejar las cosas importantes para el final del día (cuando estarás todavía más agotado) no es la mejor solución. Aprovecha las mañanas para hacer esos pequeños gestos que te den el impulso necesario para avanzar en tus proyectos. Te puede servir hacer una lista de tareas, ordenar tu escritorio, responder algunos mensajes o tomar cuatro apuntes. Con esta primera piedra tienes la motivación necesaria y todo un día (o días) por delante para dar los siguientes pasos. Si lo tomas como rutina, verás que poquito a poco, cada día estás más cerca de conseguirlo.
Es hora de comenzar. Por supuesto, no puedes pretender hacerlo todo. Pronto te darás cuenta de cuáles de estos hábitos te compensan más, pero lo que está claro es que empezando el día dándole un sentido a tu vida te permitirá acercarte a tus sueños. Así es: despertar para soñar.
Y a ti, ¿se te ocurren más rutinas que ayuden a activar el organismo por la mañana? Levántate, ¡y compártelas! Harás un gran favor a la humanidad.