Cómo dejar de procrastinar: una solución elegante
Esta ingeniosa vuelta de tuerca puede ayudar incluso a los procrastinadores más recalcitrantes
¿Te resulta familiar la sensación de prepararse para abordar un gran proyecto… y no saber por dónde empezar?
Nos lo tomamos a broma, pero aplazar el trabajo puede acarrear serias consecuencias. Los procrastinadores están más expuestos a problemas psicológicos, como sufrir más estrés, o pueden tener peor salud física.
Este aparente holgazaneo también repercute en los negocios. Un estudio realizado recientemente ha revelado que la procrastinación cuesta a las empresas británicas 76 000 millones de libras al año por ingresos no recaudados, ya que los empleados suelen perder una media de 43 minutos al día de su horario laboral con tareas que no están relacionadas con el trabajo.
Por suerte, existe una técnica para corregirlo sin tener que cambiar la personalidad, ni tener una asombrosa fuerza de voluntad por arte de magia.
Sigue leyendo y descubrirás cómo puedes conciliar al procrastinador que llevas dentro, al tiempo que aumentas drásticamente tu productividad.
Hasta los procrastinadores más recalcitrantes pueden convertirse en “ciudadanos útiles”
A este atractivo concepto se le denomina procrastinación estructurada (o “pérdida de tiempo efectiva”, como lo llama el hombre que acuñó este concepto).
Se dice que John Perry, actual catedrático emérito en la Universidad de Stanford, acuñó este término a mediados de los 90. Y lo cierto es que lo hizo para corregir su propia… procrastinación.
Según dice la teoría, si eres un procrastinador, te ocuparás antes de tareas mucho menos importantes para evitar hacer lo que se supone que tienes que hacer. Ya sabes de lo que hablo… primero sacas los platos del lavavajillas, luego te pones a organizar antiguos archivos y, ya por fin, abordas ese proyecto.
Entonces, ¿cuál es la solución que Perry propuso? Engáñate a ti mismo para ser productivo, querido procrastinador.
Haz una lista y pon tu objetivo más abrumador el primero de todo. Lo mejor es que sea un objetivo sin un plazo fijo de conclusión y que tampoco sea demasiado importante (con que sea abrumador, basta).
Perry pone como ejemplo redactar ese temido ensayo. Paradójicamente, creer en la importancia de este objetivo tan poco apetecible es el primer paso para convertir la procrastinación en productividad.
Escribe justo debajo algunas tareas que sean más apetecibles y que eviten sumergirte en la redacción de tu ensayo (o cualquier otra temida tarea).
Ahora ya tienes el marco idóneo para empezar a trabajar.
“Con esta forma de estructurar la tarea, el procrastinador se convierte en ciudadano útil, hasta llegar al punto de ganarse la reputación de ser muy eficiente.” John Perry.
¿Nunca te habías parado a pensar que un procrastinador redomado podría ganarse esta reputación? ¿En qué medida cambiaría tu vida?
Entonces es que funciona, ¿no?
Esta procrastinación estructurada ya existía en distintas formas antes de que Perry la popularizara. No es el único investigador que ha creado una teoría acerca de este fenómeno, según señala el New York Times.
Antes de Perry, el humorista, columnista y actor estadounidense Robert Benchley se adjudicó la frase “todo el mundo puede acabar la tarea que se proponga, a condición de que no sea lo que debería estar haciendo en ese momento”.
Benchley escribió esto en 1930 en una columna del Chicago Tribune donde explicaba cómo lograba escribir tanto, según la fuente Quote Investigator. Perry rinde homenaje a su influencia con una cita antes de su ensayo.
Te sorprendería saber quién se considera un “procrastinador redomado” que necesita una cura para su procrastinación estructurada.
Marc Andreessen, cofundador y socio general de Andreessen Horowitz y cofundador de Netscape, es uno de los fervientes admiradores.
Habló de la procrastinación estructurada en su alegre resumen sobre la productividad personal (fue publicado en 2007 y aún sigue mereciendo la pena leerlo). En el resumen, comenta que leer el ensayo de Perry fue “uno de los momentos más profundos de toda su vida”.
Andreessen explica que odia hablar por teléfono y que saca mucho trabajo adelante al no contestar las llamadas.
“Como estoy haciendo ahora, sin ir más lejos”, bromea, mientras escribe el post para el blog.
Dave Seah, diseñador/desarrollador autónomo, decidió probar el método de procrastinación estructurada recientemente. Y comentó en su blog la experiencia, ahondando en lo que sentía al pensar en lo que debería estar haciendo en ese momento:
“La respuesta es tremendamente visceral, apremiante e imparable. A mi cerebro le falta oxígeno y el letargo va proyectando lentamente una palidez mortal a lo largo del día, a menos que me ponga a hacer otra cosa”.
Es prácticamente imposible sacar nada adelante en ese estado. Pero al abordar conscientemente su procrastinación estructurada, deja de estresarle la idea de cumplir los plazos que él mismo se ha fijado y eso hace que disminuya su nivel de estrés:
“Yo creo que he sido más productivo últimamente, aunque no sea en un sentido estricto. La verdad es que mola”, reconoce.
Si te van entrando ganas, pero aún no tantas como para ponerlo en práctica, te invito a que escuches una entrevista a Perry en NPR interview, que tituló All Things Considered (Teniendo en cuenta todas las cosas).
En ella menciona más ejemplos de comentarios constructivos que ha ido recibiendo desde que su nieta publicara en internet su ensayo original sobre la procrastinación estructurada.
En esta entrevista cuenta casos de gente a quien esta teoría le ha cambiado la vida, como por ejemplo, el caso de una mujer a quien le dio el coraje para plantarle cara a su hermano, que se mostraba muy crítico con su actitud.
¿Listo para comenzar?
Si estás listo para que el método de procrastinación estructurada sea tu solución, prepárate para ser una auténtica paradoja: un procrastinador eficiente.
Prepárate para sacarle partido al método. Cuando tengas ya la lista, pon en el primer lugar tu temido objetivo, aunque no de urgente cumplimiento. Solo hay una cosa más que debas hacer y, no te preocupes, no te costará demasiado esfuerzo, así que no te entrarán ganas de aplazarlo.
Empieza por ser más consciente de lo que estás haciendo para que te des cuenta en el momento en que empieces a procrastinar. En eso consiste.
Cuando te entren ganas de mirar Facebook o de charlar con algún compañero de trabajo para evitar hacer lo que tienes que hacer, vuelve a mirar tu lista. Mira el primer elemento de la lista y siente el letargo y la palidez que Seah sintió apoderarse de sus acciones.
A continuación, siente el alivio. ¡Procrastina! Haz otra cosa pendiente de la lista.